Economía: cambios que podrían hacerse ahora
mismo
Por
Gabriel Rubinstein (*)
Argentina
padece un problema de baja productividad cronificada, acentuada en la etapa kirchnerista,
cuando el gobierno adoptó variedad de medidas que desalentaron la inversión.
A estos
problemas se les agrega ahora un problema de baja demanda agregada. Es decir,
muchos recursos productivos se encuentran desempleados (capacidad ociosa en industria,
desempleo, etc).
Los
problemas de “oferta” son más difíciles de solucionar, y requieren en general,
buenas políticas aplicadas en forma
persistente, entre ellas: bajas de alícuotas impositivas, regulaciones
modernas en logística, en mercados de trabajo, y estatales en general, inversión
en infraestructura y transporte, etc.
Los
problemas de “demanda” en teoría serían más fáciles de encarar. En general, vía
políticas fiscales y monetarias expansivas, los recursos ociosos deberían
reutilizarse.
Pero el
país enfrenta severas restricciones por delante:
a) Fiscalmente apenas hemos iniciado el
camino de reversión de la tremenda herencia negativa que nos dejó el
kirchnerismo. Por el momento, nadie nos quiere financiar el déficit fiscal, y nos
cuesta mucho renovar la deuda pública. Tenemos un doble desafío formidable:
bajar mucho los impuestos, y bajar mucho más el gasto público. Tal vez pueda
lograrse que el FMI permita que en 2020 el resultado primario sea 0% (y no 1%
positivo), si p. ej. se encara más decididamente tanto la baja de gastos como
de impuestos. Tal vez el FMI podría algo
más de nuevos fondos, si el gobierno compromete medidas para que en 2021 el
superávit llegara al 1,0%, en 2022 al 2% y en 2023 al 3% (déficit 0% en serio).
Sería una forma de ayudar a la reactivación en 2020, como para que la economía
“engrane” y el esfuerzo fiscal fuera menos duro en adelante.
b) Monetariamente, es complicado
encarar políticas expansivas normales, cuando la inflación ha venido siendo tan
alta, y la de 2019 ya se proyecta por encima del 30% anual.
c) Tampoco luce factible apostar a una
recuperación salarial significativa (los asalariados gastan más que los no
asalariados y ello favorece una suba neta del Consumo), dada la necesidad de
mantener alto el tipo de cambio (por la falta de financiamiento externo y otros
factores).
Podríamos
esperar, con tipo de cambio alto, suba de exportaciones, baja de importaciones,
y suba de inversiones, que compensen baja del gasto público y poca suba del
consumo privado. Pero, las exportaciones industriales tardan en reaccionar: hay
que invertir para encontrar y desarrollar mercados externos; las importaciones
deberían subir, tras el colapso reciente; las inversiones masivas deben
encontrar un ambiente político, financiero e impositivo más propicio que el
actual.
Entonces?
Por una
parte, como se ve, habrá que trabajar “duro y parejo” por muchos años, para
mejorar en muchas áreas, para que la economía crezca a un ritmo razonable.
Sin
embargo, hay aspectos del sistema macroeconómico que sí podrían cambiar, para
ayudar a una rápida reactivación, sin ir contra las políticas más estructurales
de crecimiento.
Básicamente,
me refiero a nuestro “sistema monetario-cambiario”. Argentina ha elegido un
esquema que nos juega en contra, en parte por convicción de Macri y su equipo,
y en parte por imposición del FMI. Este esquema se resume en:
a) Vigencia de un esquema cambiario
cuasi puro de flotación cambiaria
b) El uso de una política monetaria muy
contractiva, como ancla nominal exclusiva del sistema (antes la tasa de interés
en el frustrado experimento de “Metas de Inflación”, y ahora el de control de
la “Base Monetaria”).
Todo esto
podría cambiarse. Un esquema que considero mucho mejor se basaría en los
siguientes elementos:
a) El uso de 3 anclas nominales: tipo
de cambio, agregados monetarios, salarios públicos (por su importancia en la
fijación de salarios privados)
b) Todos deberían crecer a tasas parecidas,
bien decrecientes en el tiempo, de modo de apuntar a una inflación del orden
del 7% o menos en 2023
c) El sistema cambiario debería ser de
“flotación administrada”. Puede ser con reglas, como ser p.ej. en base a una
“banda acotada” de flotación (al comienzo tal vez del 5%-7%), que idealmente
debería indexarse por la evolución de monedas emergentes (para permitir
devaluaciones o revaluaciones por condiciones externas), o sin reglas, es decir
a juicio del BCRA en cada momento.
d) Para que sean creíbles los “techos”
de la flotación administrada, el BCRA debería contar con una buena cantidad de
dólares para vender. Hoy, podrían llegar a usarse potencialmente, unos u$s 48,000
MM (reservas netas, más préstamos del FMI al BCRA, más swaps de yuanes), más que suficiente para
esta tarea.
e) La tasa de interés en peso refleja 2
tipos de arbitrajes. El principal es la posible sustitución entre pesos y
dólares. Esto requiere que la tasa en pesos (plazo fijo) sea superior a la
devaluación esperada, más la tasa internacional, más la tasa de riesgo país de
corto plazo, más el riesgo de que el techo devaluatorio sea superado. Hoy
existe el riesgo cierto de que el dólar llegue al techo de la Zona de No
Intervención, y de que incluso lo supere (ya que el BCRA en tal caso sólo puede
vender u$s 150 MM por día). Esto dificulta muchísimo una baja importante de las
tasas de interés. En cambio, si la
devaluación esperada fuera del 17% anual, el riesgo de que sea superior muy
baja (por la venta masiva de dólares si alcanzara el techo de la banda o el
decidido por el BCRA), con riesgo soberano de muy corto plazo menor al 3%, y
tasa externa de 2%, la tasa de interés podría ser p.ej. del 22% (Badlar), y la
tasa de Leliq, menor al 30%. Contra la actual tasa mayor al 65%. Un mundo de
diferencia !!. El otro arbitraje ese entre “ahorro” y “consumo”. Este es un
caso menos significativo, ya que la gente no va a salirse de un plazo fijo para
acumular aceite, o para comprar un televisor tan fácilmente. De modo que si la
inflación (a pesar de las 3 anclas) se escapara un poco, y llegara al 20-22%
anual (tasa real de interés badlar prácticamente neutra) no sería tan
relevante. En general, una tasa de interés real “apenas positiva” sería
recomendable, pero nada más.
Los cambios
profundos requieren convicción, consenso político, esfuerzo colectivo, tiempo.
Los cambios “instrumentales” (sistema cambiario y monetario) requieren llegar
al convencimiento de que esto es lo mejor para el país. Macri puede hacerlo, y
ahora. O un nuevo gobierno (Cambiemos u otra fuerza) pueden encarar esto desde
diciembre. Veremos.
(*)
Consultor. Ex Representante Alterno del Ministro Lavagna en el BCRA.
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